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Observatorio de la Infancia en Andalucía y Adolescencia de Andalucía

No es fácil ser niño o niña en Andalucía. Foro profesional por la Infancia: conclusiones y manifiesto


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Año: 2018

Depósito legal: SE 1140-2018

Autor: Defensor del Menor de Andalucía

Lugar de Edición: Sevilla

Editorial: Defensor del Menor de Andalucía

Año de edición: 2018

Páginas: 56 p.

Idioma: Español

Fuente: Defensor del Menor de Andalucía

Formato: Electrónico

Temáticas: Bienestar social, protección y prevención

Descriptores: derechos del niño, protección a la infancia, Comunidad Autónoma de Andalucía

Resumen: La gran virtud de la infancia es que puede vivir con alegría incluso en medio de la adversidad. Menos mal que es así porque no resulta fácil ser niña o niño. Tal vez sea porque los adultos, que lo deciden todo por los pequeños, pero sin los pequeños, miran a los pobladores del planeta infantil más como hombres de futuro que como personas con derecho a vivir su presente.

Dicho de otro modo, las niñas o los niños pocas veces son considerados por su valor en sí mismos. Con harta frecuencia se les trata como futura mujer o como futuro hombre. Eso cuando no se les mira como futura ingeniera o como futuro arquitecto. O lo que es peor, como futura azafata o ama de casa y como futuro futbolista de éxito.

Frente a esa óptica que deforma la realidad, la infancia tiene un enorme valor en sí misma. Son personas completas, plenas de derechos, que están hoy aquí. La niña y el niño tienen el derecho a disfrutar de su presente lejos aún de ansias o angustias futuras, y hacerlo a pleno pulmón junto con amigos, hermanos, padres y abuelos.

Ciertamente, la infancia no es un colectivo que permita etiquetas generalizadoras. No hay una infancia, sino muchas infancias y muchas maneras muy diferentes de vivir esa etapa de la vida que trae bajo el brazo con el buril que la va a cincelar para siempre. Para bien y para mal.

Así, en lo material hay una infancia marcada por la carencia, como hay otra señalada por la opulencia, por la escasez o por la desmesura. Hay una infancia nacida en la adversidad, sea ésta económica, social, física o cultural. O peor, por una endiablada combinación de varias de esas adversidades o de todas juntas.

Las sociedades empobrecidas, como la nuestra, se caracterizan precisamente por la reducción de las clases medias, por la agudización de los contrastes que condenan a la miseria a amplias capas de la población, mientras a una minoría la catapulta a la cima de recursos inconcebibles.

No está claro aún que estemos saliendo de esa crisis económica que ha sumido a una gran parte de nuestra infancia en un pozo de pobreza y riesgo de marginación. Pozo que ha sido menos trágico en muchos hogares, todo hay que decirlo, gracias al esfuerzo y al sacrificio de los más mayores.

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