Educación inclusiva y de calidad frente al COVID-19

La educación es uno de los derechos que las organizaciones que trabajan en situaciones de emergencias humanitarias protegen de manera prioritaria. La atención de la infancia lleva consigo que se tomen, prácticamente desde el primer momento, medidas para asegurar en lo posible la educación de los niños, niñas y adolescentes en estas situaciones.

Por un lado, la continuidad de la educación es positiva para dotar de normalidad, en la medida de lo posible, una situación de por sí diferente y que puede llegar a ser traumática. Por otro, se sabe que las emergencias acrecientan las condiciones de desigualdad preexistentes, ya que éstas terminan afectando más –y de forma negativa – a aquellos colectivos más vulnerables, con lo que es necesario hacer esfuerzos para asegurar que la infancia y la adolescencia en riesgo no se queda atrás en los procesos educativos una vez que las condiciones de emergencia cesen y se restablezca el ritmo normal de aprendizaje.

Pero igualmente, la educación tiene también el valor de contribuir a la lucha de la sociedad para lograr la recuperación tras la emergencia. Se puede observar que, en el combate a esta pandemia, la educación convierte a toda la comunidad educativa en actores de cambio, en vez de en víctimas, a través de la difusión de medidas de protección y prevención entre el alumnado, la promoción de valores como la empatía y la solidaridad, y la constatación de que la educación es una de las mejores herramientas para que las sociedades puedan emprender la recuperación socioeconómica.

Por todo ello, desde Ayuda en Acción proponen una serie de recomendaciones a las distintas Administraciones competentes en la materia, que abarcan tanto el periodo de emergencia, como el de recuperación en el que se enfrentará una “nueva normalidad” llena todavía de muchas incertidumbres.